Sentada en una histórica iglesia católica de Arizona, donde las velas encienden la fe y las oraciones impregnan las paredes del templo, Guillermina Vázquez recuerda cuando su hija nació en los Estados Unidos.
Los doctores le informaron que su condición era grave. Para una madre, nada podría ser peor.
Tenía que enfrentar que su bebé estaba muy enferma. Los médicos necesitaban que ella supiera la realidad – era posible que nada, ni nadie pudiera ayudarla.
La madre, una inmigrante mexicana, volcó toda su fe al Sagrado Corazón de Jesús pidiéndole que le concediera el milagro de la sanidad para su hija
Hizo una promesa.
“Y me lo cumplió”, dice Guille, como la nombran cariñosamente en la congregación de la Parroquia Católica Inmaculado Corazón de María, ubicada en el corazón de Phoenix.

“Si salvaba a mi niña le prometí que iba a estar más activa en la iglesia”, dice. “De repente me hablaron del hospital para decirme que no tenía nada mi hija. Que no encontraron nada malo. Que ya podía llevármela a casa”.
Los médicos le dieron la noticia que su pequeña hija Stephanie había sanado “milagrosamente”.
No tenían una explicación. Aunque lo hubieran hecho, Guille es una mujer de fe. Cuando la medicina no pudo ayudar a su hija, recurrió al Espíritu Santo y su devoción al catolicismo creció.
“Sentí muy bonito al ver la respuesta de Dios”, dice convencida al observar que el prodigio obró sobre la pequeña recién nacida.
Para Guille los días santos son sagrados. Práctica el ayuno, reza el Santo Rosario, hace penitencia, va a misa y acude a los viacrucis para no olvidar el sacrificio de Jesús por la salvación de la humanidad.
Esta mujer con cabello negro azabache y ojos marrones profundos, logró perpetuar a base de dedicación la tradición católica a sus cuatro hijos nacidos en Estados Unidos. Eduardo, Stephanie, Levi y Sarai.
Tradición que fue forjada generacionalmente en su natal Durango. A su parecer, Guille piensa que estar cerca de la iglesia y celebrar la Semana Santa, le devuelve un pedacito de su añorado México.
La Semana Santa que comenzó el 10 de abril y la celebración a la Virgen de Guadalupe cada diciembre son las festividades religiosas más relevantes del año para muchos latinos católicos.
En México la representación del viacrucis de Jesús en Iztapalapa reúne a más de un millón de asistentes cada año. Mientras que en Estados Unidos sólo se llevan a cabo pequeñas representaciones en algunas comunidades de latinos y en las iglesias católicas donde se ofician misas en español.
Hay 62.1 millones de latinos en el país, que representan un 18.7% de la población, de acuerdo a cifras del Censo 2020. Mientras Arizona, con más de 7 millones de habitantes, tiene una representación latina del 31.7%.
De acuerdo con la Diócesis de Phoenix se contabilizan 1.2 millones de católicos, de los cuales más del 50% son latino, mucho de ellos migrantes que llegaron a este país con su fe arraigada por su cultura.
En 2016, el obispo Thomas Olmsted dijo que “en el siglo XXI, el crecimiento explosivo de los hispanos está dando forma a los cimientos de esta fe”, citando la mayoría latina en la Diócesis de Phoenix y una mayoría latina del 69% en la Diócesis de Tucson y pidiendo un mayor enfoque en los feligreses latinos e inmigrantes.
Cristofer Pereyra, líder de Tepeyac Leadership y ex director de oficina de Misiones Hispanas de la Diócesis de Phoenix, dice que en Arizona el grupo étnico que más profesa la fe católica son los latinos.
“No hay otro grupo que la cultive la fe como los hispanos”, dice. “Son los más activos en la Iglesia Católica, cuando se trata de celebrar la cuaresma están muy integrados a la vida religiosa”.

‘Somos católicos’
Una encuesta en 2018 desde una coalición de organizaciones católicas sobre el ministerio Hispano/Latino se reveló que los latinos representan el 40% de todos los católicos de los Estados Unidos.
Pero los números revelan un descenso generacional. En 2016, el 61% de los inmigrantes latinos eran católicos, la segunda generación representó el 50% y la tercera generación y superiores representó 43%.
Pereyra explica que la segunda o tercera generación de latinos en este país no conserva tan vívida la fe católica como los primeros migrantes latinos que llegaron a Estados Unidos en busca de una mejor calidad de vida.
“Lamentablemente el católico tiende a olvidarse de Dios cuando prospera, entre más reciente el inmigrante llega a este país, más abraza su fe”, dice. “Sienten que necesitan más de Dios, traen sus tradiciones más frescas y es lo que les heredamos a nuestros hijos”.
Aparte del desapego que empiezan a sentir las nuevas generaciones de católicos, las miles de denuncias de abuso sexual infantil en la Iglesia Católica han hecho cuestionar hasta al más creyentes sobre su fe en dicha congregación.
El informe de Child Rights International Network, “Justicia para los sobrevivientes de abuso sexual infantil en la Iglesia católica de América Latina”, es uno de tantos que dimensiona la magnitud del problema. Y pese a la popularidad del Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio), primer latino en dirigir el Vaticano, los índices de católicos van en descenso.
Hace dos meses la estructura católica volvió a cimbrarse con la noticia que acaparó la atención internacional, cuando el sacerdote católico Andrés Arango bautizó erróneamente a miles de niños desde el 2005. Sucedió en parroquias con congregaciones mayoritariamente latinas y ubicadas en la zona metropolitana de Phoenix.
De acuerdo a la Diócesis de Phoenix, el clérigo utilizó la palabra “nosotros” bautizamos en lugar de “yo” durante el procedimiento sacramental, lo que desanimó a las familias, en su mayoría latinos, al ver que el sacramento fue anulado.
Aún así, muchos latinos están motivados por el amor que le tienen al Papa Francisco, ya que es el primer papa en visitar la frontera entre México y los Estados Unidos y hablar en apoyo de los inmigrantes y activistas por los derechos de los inmigrantes.
La devoción de los católicos vuelve a renacer en estos días santos, donde los latinos acuden a los templos a venerar a sus divinidades y agradecer el sacrificio de Jesús, a quien ellos creen que cargó la cruz para borrar los pecados del mundo.

Así lo relata Omar Juárez que emigró a Arizona en el 2000 procedente del Estado de México, y quien junto a su esposa María Hernández tuvieron a sus tres hijas Michell, Angélica y Abigail en este país.
“Somos católicos y venimos siempre a misa, la fe y la religión es lo único que nos hace sobrellevar el recuerdo de nuestro México”, dice Omar mientras comparte un plato de quesadillas con su familia, en una pequeña fonda improvisada en el patio de la parroquia.
En Estados Unidos, la Semana Santa a veces coincide con las vacaciones de primavera. Siempre coincide con la Pascua. Se acostumbra esconder huevos con chocolate y dulces para que los niños los busquen y coloquen en canastas de colores.
Aunque los inmigrantes latinos han adaptado algunas de estas costumbres en este país, llevan más arraigadas los hábitos, como dejar de comer carne los viernes y bendecir hojas de palmas el Domingo de Ramos. La conmemoración a la última cena de Cristo con los apóstoles. La representación del viacrucis y la crucifixión de Cristo. La Vigilia Pascual que es cuando se bendicen el agua y velas.
Emmanuel Gálvez, sacerdote del Instituto del Verbo Encarnado, quien desde hace dos años imparte la misa en la Parroquia Católica Inmaculado Corazón de María. Hoy, habla sobre la importancia de la comunidad latina en la preservación de las tradiciones religiosas.
“La cultura mexicana nació con la Iglesia Católica, mientras el mexicano conserve su cultura va a conservar sus tradiciones. Dios da la gracia y ellos responden”.
El párroco reconoció que hay dos grandes festejos que son piedra angular para los latinos. La Semana Santa que este 2022 se festeja del 10 al 17 de abril y la conmemoración de la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre.
“Estas dos celebraciones son fundamentales para los hispanos. La Semana Santa representa el misterio de nuestra fe, Cristo murió y resucitó para la salvación de toda la raza humana y la Virgen de Guadalupe que en la cultura mexicana ha prevalecido la conmemoración como un signo de patrimonio cultural”.
Inmigrantes conservan devoción Guadalupano en Arizona
En un día frío de diciembre en el desierto de Arizona, Lorena Juárez coloca con delicadeza las flores que enmarcan el altar que cada año instala a la Virgen de Guadalupe.
Enciende las veladoras y toma las cuentas del Rosario entre sus manos dispuesta a iniciar una larga plegaria en busca del milagro que tanto anhela — volver a ver a sus padres que se encuentran en México.
Hace casi veinte años que emigró a Arizona procedente de Toluca. No ha regresado a su país, pero su fe es tan grande que está convencida que la Virgen Morena le dará “licencia” de arreglar su estatus migratorio para poder retornar a su pueblo, a su madre y su padre.
“No pierdo la esperanza que me haga el milagro”, dice Lorena.
Es madre de cuatro hijos: Jesús, Tobías, Carlos y Mayra. Todos nacidos en Estados Unidos y a quienes ha inculcado la tradición de venerar a la Guadalupana cada 12 de diciembre.
El altar a la santa patrona de los mexicanos lo colocaron en el parque de un pequeño vecindario de casas rodantes ubicado en Avondale, una ciudad de casi 86.000 habitantes, de los que más de la mitad son latinos. Es una comunidad unida aunque vive con racismo y en la que la gente ya está habituada a las detenciones de inmigrantes por parte de los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).
Ignacio Molina, esposo de Lorena, pese a vivir con miedo a ser deportado, cree que la virgen lo protege. Por eso busca preservar la tradición mexicana en el extranjero.
“Es una creencia inculcada por nuestros padres desde México. No hemos dejado esa fe a la Virgen de Guadalupe, por eso la celebramos”.
Esa fe que profesa la familia Molina es la que los impulsó a formar el grupo de danzantes matachines al que nombraron: “Santos Religiosos”. Bailan frente a la imagen de la Virgen ataviados con lentejuelas y haciendo sonar sus maracas y tambores.
“Me siento contenta de danzarle a la madre santísima, lo hago con devoción y alegría. Ella que nos da mucho y nosotros poco. Es la tradición que me gusta, el baile del matachín”, dice Lorena, quien es líder del grupo de danzantes religiosos que venera a los indígenas.
Según dicta la tradición mexicana un 12 de diciembre de 1531, la Virgen se habría aparecido ante un indígena de nombre Juan Diego, en un cerro conocido por el nombre de Tepeyac y situado al noroeste de la actual Ciudad de México.
Con la revelación y la construcción del templo a la Virgen conocido como La Basílica de Guadalupe, devoción guadalupano es notable e incrementa año con año.
Devoción que trasciende fronteras. Es común mirar en las casas de los inmigrantes que radican en Estados Unidos distintas clases de altares a la Virgen Morena rodeados de veladoras.
Tobías Molina a sus 15 años de edad continúa con la tradición de sus padres de celebrar a la Santa Patrona de los mexicanos y bailar las danzas a pesar de haber nacido en Estados Unidos.
“Siento que son mis tradiciones, aunque soy nacido aquí, esa tradición la agarre de mi familia”, dice. “A veces me preocupo por ellos (mis padres), pero siento que la virgen los protege”.
La familia Molina cree que la Guadalupana ya les ha concedido varios milagros, como el de devolverles la salud a sus padres. Ahora, esperan que les cumpla el sueño de poder regresar a México de forma legal.

Semana Santa: ‘Mi fe fue inculcada por mis padres’
La pandemia se ha sostenido, y después de dos años de cuarentena Guille y Edith Vargas retoman sus actividades católicas presencialmente en la parroquia donde hace más de veinte años profesan su fe.
Pese a que los rayos del sol intensificaban el calor que ya se empieza a sentir en abril, ambas mujeres permanecían sentadas frente a una mesa plegable cubierta con un mantel blanco en el patio del templo. En el centro la réplica de la Virgen de Luján lucía impecable dentro de una caja de cristal y a su lado dos marcos con las imágenes de San José y la Virgen de Fátima.
En ese espacio, Guille y Edith reciben a los feligreses para promover las actividades religiosas que ofrece la congregación de la Parroquia Católica Inmaculado Corazón de María. Ese domingo invitaban a los hombres católicos a los próximos ejercicios espirituales. Además, apoyaban en los servicios de la Santa Misa, como leer la lectura y acomodar a los asistentes en las bancas.
Ambas inmigrantes mexicanas sienten paz de poder asistir a misa y ser parte de las actividades que se llevan a cabo en los días santos.
Edith, nativa de Puebla, describe cómo ella vive estos días de reflexión.
“Es un tiempo de penitencia, oración y arrepentimiento. Nos acercamos a la iglesia para vivir la pasión de Jesucristo y tratar de llevar esa cruz como él la llevó por nosotros”.
Al igual que Guille, Edith práctica el ayuno y eleva sus plegarias muy de mañanita.
“Así somos los latinos más apegados a nuestra creencias católicas”.
Recuerda el pasado:
“Mi fe fue inculcada por mis padres”.
“A nuestros padres se la inculcaron, nuestros abuelos”.
Piensa en el futuro:
“Y así sucesivamente, la vamos heredando de generación a generación a nuestros hijos”.
¿Y si los hijos ya no quieren seguir con la tradición?
“Ahí radica el trabajo de los padres, inculcarles la fe Católica”.
“Si uno siembra la semilla … va a crecer el fruto”.