Nota del editor: Este reportaje es parte de una serie que ofrece un vistazo a los trabajadores esenciales de Arizona y es financiado por Solutions Journalism Network (Red de Soluciones Periodísticas.) Arizona Luminaria fue seleccionada como una de las salas de prensa que participan en el Cohorte de Labor de SJN.
Una mañana calurosa a finales de septiembre, desde una camioneta Nissan Frontier se escucha música de Reggaetón. Pedro Sánchez, de 52 años, menea las caderas y mueve los hombros con ritmo. Tiene puesto un pañuelo color turquesa. En caso de conseguir trabajo hoy, lo quiere usar para secarse el sudor. Sobre la visera de su gorra descansan unos lentes de sol enormes. Una camiseta de mangas largas con el logotipo de Gus’s Landscaping y un cinturón adornado con tachones de metal sostienen unos jeans que le quedan demasiado grandes.
Pedro se ha presentado al Centro Southside cinco, seis y a veces hasta siete días a la semana durante los últimos 18 años buscando trabajo, pero siempre con la preocupación si lo contrataban o no.
Como obrero de construcción independiente, sin papeles legales que le permitan trabajar en los Estados Unidos, le cuesta encontrar y mantener empleos, cobrar a tiempo (o simplemente cobrar) y recibir compensación por lesiones.
Pedro es uno de las docenas de obreros migrantes que realizan una amplia variedad de trabajo manual experto y técnico dentro y alrededor de Tucson. Al igual que otros jornaleros que no tienen estatus migratorio legal o autorización para trabajar en los Estados Unidos, Pedro prefirió no compartir su nombre completo por miedo a sufrir represalias.
“Tenemos personas aquí que pueden trabajar, que conocen sus oficios”, dijo Pedro.
“Lázaro instala cobre”, dice, señalando a un hombre sentado en un bordillo cercano, “Yo hago soldadura, ese muchacho puede hacer cosas eléctricas. Tenemos lo que les haga falta. También hago paisajismo, carpintería y construcción”.
Por su seguridad y para cobrar lo que les corresponde, Pedro y otros se apoyan y asumen papeles de liderazgo en el centro de jornaleros, Centro de Trabajadores Southside de Tucson, ubicado cerca de la Iglesias Presbiteriana del Sur en el vecindario de Santa Rita cerca de la Calle 23 y la Avenida 10.
Con las políticas de imigración en un estado de cambio constante, incluyendo el temor persistente a ser arrestado por oficiales de la Patrulla Fronteriza o del Servicio de Control de Inmigracion y Aduana, el centro brinda tanto estabilidad como compañerismo a los obreros que desean trabajar, pero que se ven obstaculizados por restricciones legales.
El centro y sus trabajadores también han sido fundamentales a la hora de ganar batallas políticas en el estado, luchando y ampliando los derechos laborales y de inmigración.
En todo el país, aproximadamente 70 centros para jornaleros están activos ayudando a los obreros a encontrar trabajo y mantenerse a salvo. Muchos de los centros son parte de la Red Nacional de Organización de Jornaleros, a la que pertenecen 55 organizaciones.
Inaugurado en el 2006, los fundadores de Southside buscaban ofrecer coordinación y seguridad a las cerca de 100 personas que con frecuencia buscan trabajos en calles aledañas. Conflictos recurrentes provocados por la presencia de la policía y patrulla fronteriza — y un ambiente antiinmigrante cada vez más retumbante en el estado, al igual que en todo el país — que ha orillado a los trabajadores a buscar la colaboración del ex pastor de la Iglesias Presbiteriana Southside, junto con la trabajadora social y miembro de la iglesia Josefina Ahumada.
Fife también fue uno de los fundadores del movimiento santuario, que comenzó a finales de los años 80 con el fin de luchar por los derechos y la protección de los inmigrantes, la mayoría de ellos centroamericanos, desplazados por violencia en Centroamérica respaldada por EE. UU. Fife fue también uno de los fundadores de la organización de auxilio al inmigrante llamada No Más Muertes.
Enfrentando robo de ingresos, condiciones de trabajo peligrosas, abuso verbal de parte de sus jefes y amenazas de deportación, el centro de trabajadores buscó seguridad, entrenando a los obreros para que sepan exigir pago justo y rechazar el abuso. Los líderes también desarrollaron relaciones de trabajo con los vecinos, la ciudad y la policía local. Organizaron operaciones de limpieza en el vecindario y fiestas de barrio. Southside se convirtió en miembro de la Red Nacional de Organización de Jornaleros en el 2010 luego de sobrevivir la ley SB 1070 de Arizona, conocida ampliamente a nivel nacional como la ley “Muéstrame tus papeles” que se enfocaba en los inmigrantes.
Además de ofrecer un espacio seguro — aunque no es más que un estacionamiento con una mesa plegable y algunas sillas — el centro tiene una fuente de agua, fregadero, sombra (esencial para las mañanas calurosas del desierto) y provee una variedad de servicios cuando son necesarios, como talleres de idioma en inglés, entrenamientos sobre el liderazgo y conectar a la gente con trabajadores sociales o de salud. También hay café disponible.
El objetivo es asegurarle a la comunidad de Tucson que los obreros buscan trabajo honesto y merecen dignidad. Dado el clima antiinmigrante incesante en Arizona, es una batalla constante.
Cómo involucrarte como voluntario, empleador o hacer una donación a Southside
Tres maneras de contratar a un miembro del centro o hacer una donación aquí:
• Llena el formulario y alguien estará en contacto para confirmar.
• En persona en 317 W. 23rd St. 6 a.m. a 10 a.m. de lunes a viernes. Estacionate directamente en el estacionamiento oeste y habla con el coordinador de guardia.
• Llamando al (520) 955-8165 o mandando un correo electrónico a southsidecentro@gmail.com.
Luchando contra la explotación
Varios trabajadores describieron el principal beneficio del Centro de Trabajadores Southside en términos sencillos: ganan más. No tienen que pelear y ni suplicar tanto por paga. Y cuando los estafan, por lo menos tienen algo de recursos para tratar de recuperar ese sueldo.
El centro trabaja con abogados pro-bono que pueden luchar por el resarcimiento de paga. Sin embargo, al menos dos trabajadores que hablaron con Arizona Luminaria dijeron que solicitar ayuda por sueldos perdidos no valía la pena. Pero a la vez reconocieron que hasta el posible respaldo de abogados, y el mismo centro de jornaleros, probablemente ayudó a evitar la necesidad en primer lugar. Los trabajadores no quisieron ser nombrados debido a su estatus indocumentado.
Aunque algunos centros dependen de fondos de la ciudad o del condado, y son manejados por juntas que toman sugerencias de los propios trabajadores, muchos, incluyendo Southside, son administrados por los trabajadores.
Como señala un reporte del 2022 en el Journal of Labor and Society, la mayoría de los jornaleros no tienen las ventajas de “regulaciones formales de labor” que los protejan de ambientes de trabajo hostil, empleadores abusivos, robo de ingresos o ambientes de trabajo peligrosos.
Aunque el informe aborda el tema mayormente de manera cualitativa, los autores concluyen, “Estas historias y anécdotas individuales se combinan en total a niveles alarmantes de explotación entre la muestra de trabajadores en nuestra investigación”.
Una investigación del 2013 en el Journal of Integrated Social Sciences, analizando los centros de jornaleros en Los Ángeles, definió el propósito de este tipo de centro como “un espacio para coordinación, defensa, legitimar el mercado laboral y crear una comunidad de solidaridad en respuesta a la división que normalmente caracteriza al grupo peleando por los mismos empleos escasos”. Y a la vez, la misma investigación destaca que, pese a los “ideales altruistas”, muchos centros estaban más enfocados en el objetivo de contener el conflicto en la comunidad.
Pese a los muchos otros servicios que ofrecen Southside y otros centros para jornaleros — talleres, clases de inglés, y sentido de comunidad — para los obreros, “el problema es encontrar trabajo, una forma de sobrevivir para ellos y sus familias”. Esa prioridad se ha mantenido firme por mucho tiempo. Una encuesta del 2004 en la que participaron miles de jornaleros encontró que el 98% principalmente querían que los centros les permitieran conseguir trabajo.
Para personas como Pedro, la lucha por un trabajo fijo y recompensado de manera justa continúa hasta el día de hoy. Los centros se convierten en sitios de entrenamientos para que los trabajadores vulnerables aprendan a defenderse a sí mismos.
Centros que llevan activos durante mucho tiempo y tienen raíces comunitarias profundas como Southside son espacios donde los trabajadores pueden expresar “su voz colectiva y también para tomar acción colectiva”, según una investigación del Instituto de Política Económica que se enfocó en centros de trabajadores en todo el país.
El análisis concluye, “los centros de trabajadores inmigrantes han sobresalido a la hora de redefinir los problemas para que los centros sean vistos como defensores apropiados para la intervención de política pública. Están modificando los términos del debate y cambiando la manera en que la gente ve el mundo que los rodea, y los problemas que enfrenta la comunidad de trabajadores de bajo sueldo y las posibilidades de cambio”.
Una investigación realizada por Nic Theodore en uno de los centros para jornaleros más antiguos del país, Casa Latina en Seattle, halló que en el 2015 los trabajadores que encontraron trabajos en Casa Latina ganaron 25% más en sueldo que los trabajadores que encontraron trabajos similares en sitios de empleo informales. En el mismo año, el índice de contratación en el centro fue 15% más alto que en los sitios informales.
“Quedó claro que el centro de trabajadores estaba teniendo un impacto estadísticamente significativo a la hora de aumentar los sueldos, reducir el robo de ingresos y mejorar las condiciones de trabajo en general”, dijo Theodore, profesor que estudia planificacion y politica urbana en la University de Illinois Chicago, en una entrevista con Arizona Luminaria. La investigación fue realizada para la Red Nacional de Organización de Jornaleros.
¿Cómo logran los centros estos resultados? Una investigación del 2011 del Instituto para Gobierno Local analizó las estrategias exitosas, la primera y quizás más importante de las cuales es que los distintos partidos inaugurando y manejando un centro de jornaleros, es entender, respetar y colaborar de manera proactiva entre ellos.
Las otras estrategias claves incluyeron:
- Fomentar el liderazgo entre los jornaleros
- Ponerse en contacto y aprender de otros centros para jornaleros
- Establecer y mantener comunicación con la comunidad a su entorno
El centro Southside de Tucson ha incorporado estas prácticas y metas en su misión de fomentar una “comunidad de trabajadores y líderes que trabajan para crear poder colectivo con el motivo de mejorar las condiciones de sus vidas y ganar salarios justos y trabajos dignos”. La mayor parte de sus valores principales escritos en su página web se reducen a derechos humanos básicos: solidaridad, justicia, dignidad, respeto.
Ramón tiene más de 70 años. En septiembre estaba a cargo de anotar los números de placa de todos los vehículos que se detenían en Southside a buscar trabajadores. También ayuda a negociar los sueldos y mantener el orden de quien sigue para las solicitudes de trabajo. El mínimo que los obreros piden en el centro es 18 dólares la hora, aunque durante la negociación, a veces trabajan por menos.
“Tienes que descubrir la solución tú mismo”, dice Ramón. “Cuando estabas trabajando, a veces está nadie más que tú y tu jefe”.
Los trabajadores que se organizan en Southside tienen el apoyo no solamente de la iglesia, sino también de estudiantes de leyes y abogados en la Clínica de Derechos del Trabajador en la Universidad de Arizona. Shefali Milczarek-Desai, la profesora de leyes que dirige la clínica, enfatizó la importancia de la “abogacía intercultural,” usando el conocimiento y las herramientas en la escuela de leyes para seguir la iniciativa de los trabajadores inmigrantes.
La clínica, que ha trabajado con el centro durante la última década, por lo normal le provee asistencia a más o menos una docena de trabajadores cada semestre, ayudando con reclamos de sueldo y en cobros por pagos de horas extras.
Lograr que se restituyan los sueldos puede ser bastante difícil, y los abogados no son la única manera de conseguirlo — campañas encabezadas por los trabajadores y defensa por adelantado (ser claro con los empleadores al principio de lo que le deben a los trabajadores.) Pero igual, los abogados le dan más fuerza a las exigencias.
“Dejamos que el centro de trabajadores tome la iniciativa en cuanto a lo que la comunidad considera más importante para invertir recursos, porque ellos tienen el pulso de una manera que nosotros no”, dijo Milczarek-Desai.
Francisco tenía puesta una gorra roja del centro de trabajadores de Southside, una camiseta blanca de mangas largas y tenis negros gruesos. El hombre de 44 años estaba parado entre Ramón y Pedro, anhelando un trabajo. “Pasamos todo el día luchando por lo básico, para hacer dinero, hacer algo de trabajo”, dice.
Francisco proviene de Magdalena, Sonora, donde trabajaba en una mina. Luego de que la mina cerrara parcialmente y fuera despedido, hizo todo tipo de trabajo por un tiempo, pero no encontró nada fijo, y entonces decidió probar suerte en EE. UU. Lleva viviendo en Tucson desde el 2016.
“Cruce la frontera solo, por las montañas, me encontré con unas personas que iban rumbo a Tucson y decidí quedarme”, dice.
El primer empleo que encontró Francisco en EE. UU. fue poniendo loza por 6.50 dólares la hora.
“Mi jefe me tenía asustado”, dice. “Se la pasaba diciendo que no hablara con nadie porque iban a llamar a la migra” — la patrulla fronteriza u oficiales de inmigración — “pero simplemente no quería pagarme bien”.
Francisco finalmente habló con otro colocador de azulejos y se dio cuenta de que lo estaban explotando.
Dentro de poco, empezó a ir al centro de trabajadores y estaba encontrando empleos ganando 15 dólares la hora. Un sueldo de 6.50 dólares la hora equivale a poco más de 13,500 dólares al año. Mientras que 18 dólares la hora, el salario mínimo que promociona Southside, equivale a 37,400 dólares al año.
Francisco compró un carro, un Camry 1997 que no tenía matrículas, y lo estacionó en un lote cerca de Southside Presbyterian. Por varios meses, mientras se concentraba en trabajar y ahorrar dinero, ese carro fue su casa. Aprendió nuevos oficios: carpintería, construcción de techos y paisajismo.
“Me gusta hablar con todo el mundo. Quiero aprender un poquito de todo”, dice.
“Si no se lo pides, no te lo van a dar. Eso lo aprendí en el sindicato en la mina. Si no te quejas de las malas condiciones, tu jefe no las va a remediar. Piensan, ‘Oh, a todos les va bien, están bien’. Pero no estamos bien. No ganamos lo suficiente”.
Otro jornalero, Feliciano, deseando que pronto llegara un camión y le ofreciera trabajo, le hace una sugerencia a Arizona Luminaria: “Deberías hacerte pasar por uno de los trabajadores para que sientas el látigo, para que vean como no nos dan agua”.
Tiene un teléfono con tapa, una enorme sonrisa y pelo gris corto, y tenía puestos jeans harapientos y tenis viejos. “Se pasan todo el día diciendo que los mexicanos son criminales, pero siguen viniendo y pidiéndonos que trabajemos”, dice.
Un siglo de historia
Aunque el centro de trabajadores fue fundado en el 2006, el sitio en el sur de Tucson ha sido un área donde los trabajadores se han congregado por más de 100 años, desde la década de 1920.
Luego del aumento en la militarización de la frontera, empezando durante la Administración Clinton en la década de 1990, “el flujo estacional fue interrumpido”, Josefina, una de las fundadoras, explica, que los trabajadores estaban obligados a permanecer de este lado de la frontera. Debido a eso, había más gente buscando trabajo, lo que causó congestión en el vecindario y problemas de tráfico. Algunas personas optaron por llamar a la policía o a la patrulla fronteriza.
Fue más o menos al mismo tiempo que la policía de Tucson comenzó a enfocarse en el área por crímenes no relacionados, y a veces agarraban a los jornaleros. En un momento dado a principio y a mediados del año 2000, dice Josefina, un carro de la patrulla fronteriza se estacionaba directamente al cruzar la calle del centro.
“Se sentaban ahí a mirarnos”, dice.
Aunque Southside no lleva cuenta de los números, Josefina y otros calculan que, en promedio, entre seis y ocho obreros encuentran trabajo a diario. Eso equivale a miles de empleos que la gente ha podido conseguir con el tiempo.
En los primeros años, fue necesario que los trabajadores y coordinadores abandonaran la feroz competencia por los trabajos a favor de un modelo cooperativo. Aunque nunca había suficientes empleos, los trabajadores aguantaron, incluso durante el principio de la recesión y la hostilidad de la SB 1070 en el 2010.
Raúl Alcaraz Ochoa ayudó a cultivar el entrenamiento de liderazgo del centro, autonomía y su participación en la defensa de los derechos de los inmigrantes. En la actualidad, el centro es dirigido por su propia junta directiva. Mediante años de coordinar y abogar por los derechos básicos de los trabajadores, eventualmente el centro fue aceptado como parte de la comunidad. Ese no ha sido el caso en otras ciudades, en Arizona y en otras partes.
El Macehualli Work Center de Phoenix abrió en el 2003 y rápidamente se convirtió en blanco de las personas anti-inmigrantes.
La situación política xenofóbica en Arizona es lo que Salvador Reza, uno de los fundadores de Macehualli, dice que resultó en su cierre. La recesión fue otro factor.
“FAIR y Judicial Watch,” dice Salvador, mencionando a grupos de la extrema derecha, unieron fuerzas con el ex alguacil del Condado de Maricopa Joe Arpaio y Russell Pearce, ex senador estatal de Arizona, “para atacar el centro de jornaleros y sus esquinas como parte de su campaña para usar a los jornaleros como el rostro de la inmigración ‘ilegal’”.
En el 2005, la ex gobernadora demócrata de Arizona, Janet Napolitano, firmó un proyecto de ley que prohibía el financiamiento de los centros para jornaleros migrantes. La ley obstaculizó a los centros de obreros económicamente y los mantuvo en la mira política.
El centro Southside de Tucson es financiado por varias fuentes: los esfuerzos de los propios trabajadores por buscar fondos, incluyendo una fiesta de quinceañera en el 2022, celebrando 15 años de coordinación, al igual que becas y donaciones privadas. La iglesia también les permite usar un salón y el estacionamiento de manera gratuita.
A principios de la década del 2010, cuando la economía empezó a recuperarse, los jornaleros en Phoenix volvieron en busca de trabajo, pero pronto se vieron sin un lugar seguro en donde hacerlo: Macehualli cerró en el 2016. Los ciudadanos anti-inmigrantes usaron a los jornaleros “como utilería política”, explica Reza.
“Sobrevivimos 13 años bajo las condiciones más duras”, dice Reza. “Creo que la diferencia entre Tucson y nosotros es que Tucson es una ciudad mucho más progresiva. Nosotros estábamos en medio del huracán”.
Jorge, un obrero procedente de Sinaloa que esperaba frente al centro de Tucson una mañana fría de diciembre, explica la diferencia entre buscar trabajo por su cuenta, como se les obliga a los trabajadores indocumentados en Phoenix, o hacerlo con otros obreros con el apoyo del centro.
“Recojo caca de perro. Dame cualquier trabajo”, dice. “Mientras sea un sueldo justo”.
“Siento que, aunque somos de distintos lugares, de todas partes, siento que somos hermanos, que tenemos una comunidad”, dice Jorge. Es diferente que cuando estás en un aparcamiento en Home Depot, dice. “La gente se puede aprovechar más de ti allí”.
Los centros para obreros miran más allá del trabajo
“No garantizamos el trabajo, simplemente proveemos el espacio y tratamos de mantenerlo seguro”, dice Josefina.
Al principio de la pandemia, cuando el trabajo se estaba agotando, la iglesia repartió una especie de “cheques de estímulo”, como lo describe Francisco, de 400 dólares en efectivo, además de celulares para los trabajadores que no los tenían.
A medida que la pandemia se fue extendiendo, el centro ofreció unas cuantas inyecciones de dinero adicionales, incluyendo tarjetas de regalo de Walmart que habían sido donadas y que por lo general tenían un valor de aproximadamente 40 dólares. Por poco que parezca, la ayuda adicional fue de importancia especial debido a que el gobierno federal no brindó apoyo a los migrantes indocumentados durante la pandemia. Cuatro estados, al igual que algunas jurisdicciones locales, ofrecieron algunos fondos de asistencia por la pandemia a trabajadores esenciales sin estatus legal y familias indocumentadas.
Y sin embargo, mientras el COVID-19 se establecía, como demuestra un artículo en Nonprofit Quarterly Magazine, los jornaleros indocumentados estuvieron expuestos de manera desproporcionada al virus, aun mientras tenían menos acceso a servicios médicos o apoyo para quedarse seguros en casa o en cuarentena. Según una encuesta realizada por New Immigrant Community Empowerment — miembro de la Red Nacional de Organización de Jornaleros — 41 por ciento de los encuestados estaban en riesgo de perder sus viviendas.
Además de servicios directos, incluyendo rara vez pagos en efectivo, Southside también ha estado al frente de varias batallas políticas.
En colaboración con la Red Nacional de Organización de Jornaleros, el centro fue uno de los demandantes por la SB 1070. La demanda, presentada por la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) y otros partidos impugnó la infame ley antiinmigrante del 2010 que convirtió a Arizona en el epicentro de la lucha por la imigración en el país.
Para el 2012, la Corte Suprema de Estados Unidos había anulado una de las medidas más severas de la ley SB 1070, que se enfocaba en los jornaleros, haciendo culpables de un crimen estatal a los inmigrantes sin estatus legal que buscaban o aceptaban trabajo.
En el 2013, el Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito ratificó la prohibición de una corte inferior con respecto a una cláusula de la SB 1070 que le prohibía a los ocupantes de vehículos motorizados contratar o tratar de contratar “una persona para trabajar en otro sitio, o desde un carro detenido que paralice el tráfico, o parar a una persona para que sea contratada de semejante manera”, según el fallo. Los oponentes alegaron que las leyes violaban la Primera Enmienda al restringir la expresión comercial.
“Los jornaleros salvaron la Primera Enmienda para todos en Arizona”, dijo a Arizona Luminaria Chris Newman, director legal de la Red Nacional de Organización de Jornaleros.
“Los jornaleros y sus centros de trabajadores han sido parte fundamental de muchas cosas en Arizona, no solamente aportando a la economía, para mantener la industria de la construcción fluyendo, sino también haciéndole resistencia a gente como Joe Arpaio y los ‘justicieros’ anti-inmigrantes”, dijo Newman.
Parte de la comunidad
“Mi padre era jornalero en Los Ángeles”, explica Josefina. “Excavaba zanjas hasta que consiguió trabajo como soldador”.
Ahora es pastora en la Iglesia Presbiteriana Unida Papago, en Sells.
“Cuando conoces a estos muchachos, se ganan tu corazón”, dice, describiendo cómo los jornaleros la inspiraron a convertirse en pastora.
“Mi sentido de esperanza y fe se ha fortalecido a través de mi relación con estos muchachos. Cualquiera que pueda pararse en una esquina y tener la confianza de que pueden hacer una conexión y conseguir un trabajo — eso requiere mucha fe en ti mismo y fe en la persona para la que trabajas-”.
Los beneficios intangibles — alimentando la confianza y desarrollando relaciones — no pasan desapercibidos por Josefina,ni por los trabajadores.
“Tener el centro brinda un sentido de pertenencia. Te conviertes en parte de la comunidad. Hay menos animosidad con los vecinos”, dijo Josefina.
La conclusión sobre la investigación de los centros en Los Ángeles del 2013 destaca que los centros para jornaleros proveen un “tratamiento tópico”, pero sin cambios fundamentales en las políticas generales. “Los centros no tienen las oportunidades necesarias para ayudar a estos trabajadores”.
Josefina expresa un deseo: “La vida luciría muy distinta para estos muchachos con la reforma migratoria”.
Francisco clama: “Necesitamos más ayuda”.
Dice algo simple y llano. “Sabemos que hay empleos”.
Resignado dice: “Pero no podemos tomar muchos de ellos”.
Traducido por Nathalie Alonso