A medida que la grave escasez de agua se convierte en una perspectiva cada vez más real y terrible para Arizona, es importante mirar al sur, y ver hacia Sonora, que ofrece información importante.

Comprender la experiencia de nuestro vecino estado mexicano en las últimas décadas también podría ayudar a guiar a Arizona hacia un futuro más responsable y menos seco.

Para obtener más información sobre los desafíos del agua que Sonora ha enfrentado durante mucho tiempo y cómo reflejan los de nuestro estado, Arizona Luminaria habló con Nicolás Pineda, profesor de política pública en el Colegio de Sonora, Hermosillo, Sonora, México.

Su investigación se centra en la política del agua y la gobernabilidad del agua urbana en México y la región fronteriza de Estados Unidos-México.

“Podemos aprender de Arizona, y tal vez Arizona también pueda aprender algo de los pueblos de Sonora”, dice Pineda.

Hermosillo, la capital del estado, solía ser conocida como Pitic, una palabra indígena de la etnia Seri que significa “donde se juntan los ríos”. Era un lugar donde “se podía tener acceso al agua todo el año”, dice Pineda.

Ese ya no es el caso.

Pineda explica la historia y lo que ha hecho Hermosillo, una de las ciudades más calurosas de todo México, para tratar de garantizar agua para sus residentes y negocios.

La presa poco profunda Abelardo L Rodríguez en Hermosillo, Sonora, fue terminada en 1948. El agua generalmente se seca todos los años con el calor del verano. Crédito: John Washington Credit: John Washington

Ciudades hermanas

Hay muchas comparaciones que hacer entre Hermosillo y Phoenix, dice Pineda. Ambas son ciudades capitales ubicadas en el desierto con ríos que no pueden proporcionar suficiente agua para el consumo de su población.

Ambas ciudades también continúan creciendo, y sus poblaciones compiten por el agua con los intereses agrícolas circundantes.

“En Hermosillo, estamos viendo una mayor competencia entre los habitantes de la ciudad y los agricultores”, dice Pineda.

Esa tensión pronto puede igualarse en el área de Phoenix.

“La ciudad tiene un gran problema con la eficiencia”, dice Pineda refiriéndose a Hermosillo. Las ineficiencias incluyen agua no contabilizada, ya que no todas las casas tienen medidores y algunas presentan fugas. En total, dice, cada año en Hermosillo se pierden más de 71 millones de metros cúbicos de agua. Eso es alrededor de 19 mil millones de galones, o lo suficiente para llenar unas 30 mil piscinas olímpicas.

Si bien las principales ciudades de Arizona no desperdician tanta agua, el uso excesivo al norte de la frontera sigue siendo un problema grave.

Dado que el Río Colorado se está agotando por una sequía que duró décadas – que quedó preocupantemente plasmado por el “anillo de la bañera” que muestra cómo han bajado los niveles de agua alrededor del lago Mead dejando su huella en las rocas – la industria agrícola, que utiliza más del 70% del agua de Arizona, tendrá que actuar rápido para adaptarse a un clima con condiciones más cálidas y menor accesibilidad al agua.

Paul Brierley, director del Departamento de Agricultura de Arizona, dice a Luminaria que el aumento de las temperaturas y la sequía que ha azotado a la región por décadas también tendrán impactos inesperados.

El calor y el agua limitada “cambian un poco la ecuación sobre los tipos de plagas y enfermedades de las plantas que vemos”, dice Brierley. Agregó que es posible que los propios cultivos que siembran los agricultores tengan que cambiar.

Un estudio de mayo de 2021 para la Oficina Nacional de Investigación Económica estimó que un aumento de dos grados centígrados en la temperatura “eliminaría las ganancias del acre promedio de tierras agrícolas actuales en el este de los Estados Unidos”.

Los agricultores en el oeste de los Estados Unidos pueden adaptarse mejor, pero aún enfrentan desafíos difíciles en las temporadas de cultivo durante el verano.

Las ciudades de Arizona y sus residentes, que consumen alrededor del 22 % del uso total de agua en el estado, también deben comenzar a adaptarse. Si bien Arizona está a la vanguardia en comparación con Sonora, “hay muchas cosas que los arizonenses deberían estar haciendo para ahorrar más agua”, dice Pineda.

Uno de los principales problemas que enfrentan ambos estados es lo que Pineda llama corrupción. En Hermosillo, explica, la ciudad sigue cambiando a los directores del agua.

En Arizona, la gobernadora Katie Hobbs acusó a su predecesor, Doug Ducey, de “sentarse” en un informe que mostraba que algunas áreas en Phoenix, que están experimentando un auge de desarrollo, no tienen el suministro de agua obligatorio de 100 años para continuar construyendo.

El estado comenzará a limitar el crecimiento a futuro en algunas áreas alrededor de Phoenix. El crecimiento urbano desenfrenado es el factor principal en los desafíos del agua de Hermosillo, dice Pineda. Comprender cómo ese crecimiento afectó el suministro de agua es importante, argumentó, si queremos evitar que se seque por completo.

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Una historia de gestión y mala gestión del agua

Los agricultores de los valles alrededor de Hermosillo, que cultivan vegetales, algodón y cultivos forrajeros, comenzaron a usar bombas eléctricas a fines de la década de 1940 y 1950, explica Pineda, cuando comenzaron a desarrollar la agricultura en el área entre la ciudad y el Golfo de California, a unas 80 millas al oeste.

En ese momento, las bombas perforaron unos 7 metros por debajo de la superficie para sumergirse en el acuífero.

Hoy en día, los pozos tienen que perforar hasta unos 120 metros bajo tierra para llegar al acuífero. Y parte del agua, en los últimos años, se está volviendo salobre, lo que significa que el acuífero está tan agotado que está por debajo del nivel del mar y se ha teñido con agua salada.

Para hacer frente a una creciente población urbana y más agricultores, que también comenzaban a cultivar trigo, la ciudad construyó la presa Abelardo L. Rodríguez, y la terminó en 1948.

La presa originalmente estaba destinada a almacenar agua para los agricultores, pero fue mal diseñada, según han sostenido los críticos durante mucho tiempo.

“Dicen que es una presa muy mala porque básicamente es un gran espejo y el agua se evapora”, dice Pineda. “Tiene muy poca profundidad y, sobre todo en verano, se seca por completo”.

En la década de 1970, la ciudad también comenzó a bombear agua de la presa a las tuberías residenciales. Había alrededor de 80.000 personas viviendo en Hermosillo en ese momento, pero la demanda iba en aumento.

La población ahora casi llega a un millón.

El área circundante al Río San Miguel, que serpentea a través del centro de Hermosillo, se inundaba con frecuencia, causando un problema para la ciudad en crecimiento.

Fue así como en las décadas de 1980 y 1990 “la ciudad urbanizó el río”, dice Pineda, convirtiendo lo que era una vía fluvial, a menudo lodosa, que se inundaba con frecuencia, en un vertedero de cemento. Pero, dice Pineda, controlar el agua con concreto —tanto la presa como el fondo pavimentado del río— no se ajustaba a la creciente demanda de agua.

Buscando agua en otra parte

“El enfoque siempre ha estado en el suministro”, dice Pineda.

“Si no hay suficiente agua, deben traer más agua, pero estamos tratando de enfocarnos en la ‘gestión de la demanda’ y no solo traer más agua para satisfacer las necesidades en constante crecimiento”.

Hermosillo utiliza tanta agua como Tijuana, ejemplifica Pineda. Y, sin embargo, Tijuana tiene una población aproximadamente cuatro veces mayor que la ciudad de Sonora. Las fugas y las ineficiencias son los principales culpables del uso excesivo de agua en Hermosillo, dice Pineda.

El Río San Miguel, que fue “urbanizado” en las décadas de 1980 y 1990 para controlar las inundaciones, corre por el centro de Hermosillo. Crédito: John Washington Credit: John Washington

La escasez de agua a fines de la década de 1990 y la década de 2000 llevó a los funcionarios de Hermosillo a implementar los primeros “tandeos” o restricciones de agua, cortando el agua a partes de la ciudad durante algunas horas todos los días. “Fue un problema que la ciudad creciera demasiado rápido”, dice Pineda.

“La mala gestión y la mala planificación empeoraron las cosas”, dice. Las restricciones ayudaron, pero, con una población en constante crecimiento, no fue suficiente.

En 2010, el gobierno de Sonora propuso la construcción de un acueducto que transportaría agua desde el Río Yaqui, a unas 80 millas de distancia, hasta Hermosillo. Los críticos, entre ellos miembros de la tribu yaqui, dijeron que los desarrolladores no consultaron a las partes interesadas, ni a los pobladores locales, por lo que consideraron que estaban impulsando ilegalmente el proyecto.

El Acueducto Independencia, que comenzó a fluir en 2013, ahora representa el 20% del agua de Hermosillo. El 10 % proviene de la represa cercana y el 70 % restante proviene de los pozos, que continúan absorbiendo el acuífero que se está agotando. Incluso con el acueducto funcionando, todavía no es suficiente.

“¿Se podría construir algo como CAP en Hermosillo?” se cuestiona Pineda.

El acueducto del Proyecto de Arizona Central (The Central Arizona Project), comúnmente conocido como CAP, es un sistema de vías fluviales construidas con más de 300 millas que transporta agua desde el norte de Arizona hasta Phoenix, Tucson y otros lugares.

El proyecto fue enormemente costoso y financiado en gran parte por el gobierno federal. Dados los costos exorbitantes y la necesaria cooperación local, estatal y federal, “algo como CAP simplemente no es posible en México en este momento”, dice Pineda.

Obtener agua y usar menos

Un pequeño esfuerzo – no es la solución definitiva, pero lo que dice Pineda sigue siendo importante para comenzar a reducir el uso y crear conciencia – es la captación de agua de lluvia.

“No hay recolección de agua en Hermosillo”, reconoce Pineda.

Hermosillo debería seguir los modelos de Tucson y otros lugares, dice.

La alcaldesa de Tucson, Regina Romero, se ha expresado abiertamente sobre el ambicioso plan de acción climática de la ciudad, con el objetivo de convertir el carbono neutral para el año 2045. El carbono neutral se alcanza cuando se emite la misma cantidad de CO2 (Dióxido de carbono) a la atmósfera de la que se retira por distintas vías, lo que deja un balance cero también conocido como huella de carbono cero.

Parte del plan, dice Romero, incluye “invertir en sombra urbana, capturar agua de lluvia para cultivar árboles y vegetación nativa, promover el desarrollo de relleno asfáltico orientado al tránsito, y probar tecnologías de pavimento fresco”.

El consumo de agua en las ciudades del desierto aumenta en el verano, dice Pineda, hasta en un 30% por persona. Al mismo tiempo, tanto Hermosillo como Phoenix actúan como trampas de calor, con temperaturas abrasadoras en las “islas de concreto”, dice Pineda, lo que aumenta aún más la demanda de agua.

La mayoría de los esfuerzos de Hermosillo para desarrollar un mejor sistema de gestión del agua se centran en el sector agrícola.

Los agricultores de Sonora han comenzado a cambiar al riego por goteo. De manera similar, los agricultores del área de Yuma, entre otros en Arizona, también están implementando sistemas de cultivo más eficientes en el uso del agua.

Todo lo anterior, “y mucho más”, debe llevarse a cabo, dice Pineda, para que las ciudades desérticas de Hermosillo y Arizona sobrevivan. En los últimos años, el agua en la represa de Hermosillo ha bajado tanto que estaban a días de no poder entregar agua a través de las tuberías de la ciudad.

En 2022, con otra crisis de agua pendiente, los funcionarios de Hermosillo se propusieron reparar pozos, instalar más medidores de agua, proporcionar tanques de reserva e implementar equipos electrónicos de detección de fugas.

No fue sino hasta agosto, cuando finalmente llovió lo suficiente en la ciudad, que los residentes pudieron estar seguros de que tendrían suficiente agua hasta fin de año.

Hermosillo pronto podría secarse aún más y simplemente no tener suficiente agua para bombear a través de las tuberías. “Esos riesgos existen”, dice Pineda. Señaló a Monterrey, en el noreste de México, que han tenido que limitar el uso de agua para ciertos residentes.

Aunque no espera que el racionamiento de agua afecte a Arizona en el corto plazo, no está descartado. Los arizonenses nunca han enfrentado restricciones de agua, dice Pineda, aunque Tucson ha tomado recientemente otras medidas para disminuir el uso del agua, incluida la prohibición del césped ornamental, entre otros incentivos para ahorrar agua.

Por ahora, Pineda dice que todos en toda la región fronteriza deberían ser más conscientes del agua.

“Si somos más eficientes, podemos sobrevivir más tiempo”, dice Pineda.

¿Beber del océano?

Con más de dos tercios del planeta cubierto de agua, aunque salada, muchos se han preguntado si nuestros océanos podrían ser una solución a la escasez de agua. Pero la desalinización, o quitarle la sal al agua salada, no es la solución para Sonora o Arizona, dice Pineda.

“Creo que matarían al Mar de Cortés”, dice. “Liberarían demasiada salmuera al mar, alterando el equilibrio”.

Una empresa israelí, IDE Technologies, propuso a fines de 2022 construir una planta desalinizadora de 5 mil millones de dólares en la ciudad turística de Puerto Peñasco, el popular destino vacacional también conocido como “Rocky Point”, que bombearía agua a cientos de millas de distancia, hasta a Phoenix.

En un informe de 2022 de “Water Infrastructure Finance Authority of Arizona”, IDE anunció que agregar una nueva fuente de agua a Arizona sería una bendición tanto para los agricultores como para las ciudades del estado.

También “beneficiaría al ecosistema sensible del tramo inferior del Río Colorado”.

La compañía promocionó los beneficios para Sonora, ya que no toda el agua se habría dirigido a Arizona. Aunque hubo cierto apoyo inicial a la idea en ambos lados de la frontera, el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo Montaño, se ha convertido en un acérrimo opositor.

Después de reunirse con enviados del IDE en enero, Durazo acudió a la plataforma Twitter para decir que la posible venta de agua era un asunto federal y agregó que el IDE carecía de ética y que no volvería a reunirse con ellos.

“Voy a defender los intereses de los sonorenses. Esa es mi responsabilidad”, dijo Durazo en una conferencia de prensa a fines de enero, describiendo los planes de IDE como “totalmente absurdos”.

A pesar de las pocas esperanzas de desalinización, los dos países deben trabajar juntos.

El diálogo binacional sobre el agua sigue siendo clave, dice Pineda.

Nuestro futuro más seco

“Compartimos un ecosistema y un clima”, dice Pineda sobre Arizona y Sonora. Él reconoce que hay mucho que cada estado puede aprender del otro, y es importante mirar no solo a las tecnologías innovadoras, sino también a las formas en que las personas han vivido durante mucho tiempo en el desierto.

Pineda señala la eficiencia térmica del adobe como material de construcción, el uso de plantas nativas menos sedientas y un diseño urbano más reflexivo.

Es posible que tengamos que revivir algunas tradiciones más antiguas, dice.

Muchas de las personas que se han mudado a Arizona y Sonora durante el último medio siglo no provienen de ambientes desérticos, explica Pineda.

“Necesitamos aprender de la historia de estos lugares y de las personas y las plantas que han vivido aquí durante mucho tiempo”, dice.

En otras palabras, mirar hacia el pasado puede ser la única forma de sobrevivir al futuro.

Traducción por: Beatriz Limón

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John Washington is an investigative journalist based in Tucson with a focus on immigration and borders, as well as criminal justice and literature. His first book, "The Dispossessed: A Story of Asylum...