Esto es parte de una serie de historias sobre personas que buscan asilo o refugio en el sur de Arizona y el complejo y caótico sistema de inmigración de Estados Unidos en el centro de una crisis humanitaria. Léalas todas aquí.

Dalal ofrece café turco en una cafetera de cobre tradicional con un mango de madera llamada “dolea” en árabe. Lo sirve con un recipiente profundo lleno de mini barras de Snickers. Beber café con chocolate le recuerda su hogar.

Dalal es consciente de este esfuerzo improvisado para mantener sus tradiciones vivas en una ciudad desértica a miles de kilómetros de su natal Siria.

Coloca una de sus sillas del comedor frente al futón, la pieza principal de mobiliario que ha adquirido hasta ahora desde que llegó a Tucson. Acomoda la bandeja encima de una silla que usa como mesa de café. Dalal se sienta en el suelo. Es a lo que está acostumbrada, dice.

Dalal se sienta y recuerda Siria. Viviendo en su país de origen con su familia cuando aún estaban juntos, y luego cuando fueron separados por la fuerza. En 2012, dice que su hermano, esposo y padre fueron arrestados por el gobierno sirio por protestar. El esposo y el hermano de Dalal fueron llevados a una prisión diferente a la de su padre.

“Cuando lo capturaron, lo llevaron a una prisión donde es muy conocido que torturan a la gente”, dice a través de la traductora Rania Kanawati, recordando a su padre y lo que le sucedió en la guerra civil.

Syrian refugees in Arizona and the U.S.

Las personas que buscan refugio en Estados Unidos llegan de muchas maneras además de cruzar la frontera a pie o a través de los puertos de entrada.

Según el Departamento de Seguridad Económica de Arizona, más de 2.000 refugiados sirios han sido reasentados en Arizona desde que Estados Unidos inició su moderno programa de refugiados en 1980. Durante las primeras tres décadas del programa, anualmente había uno o dos sirios reasentados en el estado. Después de que comenzó la guerra civil en 2011, esas cifras se dispararon. En 2016, 820 refugiados sirios se reasentaron en Arizona. En 2023, serán casi 350.

En total, para 2023, se estimaba que había 6.000 refugiados en Arizona, aproximadamente el mismo número que el año anterior.

Cada año, el actual presidente de Estados Unidos fija el límite máximo del número total de refugiados que pueden ser reasentados en el país. Después de que el límite cayó a mínimos históricos (15.000 bajo la administración Trump), el presidente Joe Biden restableció el límite a 125.000 refugiados. Aunque el año pasado sólo unas 50.000 personas fueron finalmente reasentadas en el país.

Había 3.881 sirios entre esos refugiados el año fiscal pasado. En los primeros 10 años después de que estalló la guerra en Siria, aproximadamente 27.900 sirios han sido reasentados en Estados Unidos. En total, casi siete millones de sirios han tenido que huir de su país desde 2011.

— John Washington

Rania es tucsonense y directora de la Asociación de Empoderamiento, Amistad y Liderazgo, o “ELFA”. Ella fundó la organización a finales de la década de 2000 para ayudar a los refugiados de guerra sirios que llegaban a Tucson escapando de la violencia en casa.

En 2000, el hijo de Hafez al-Assad, Bashar al-Assad, asumió el poder. Bajo el nuevo régimen, el gobierno comenzó a detener a cualquiera que desafiara su gobierno como presidente legítimo. En 2011, las protestas a favor de la democracia se convirtieron en un gran levantamiento contra al Assad que estalló en una guerra civil.

Dalal pidió no compartir su apellido por temor a lo que su familia enfrentó en Siria. Se preocupa por sus hijos y quiere asegurarse de que ahora estén a salvo. El International Rescue Committee (Comité Internacional de Rescate) ayudó a Dalal a reconstruir su vida en Tucson.

Ella y sus hijos se encuentran entre los más de 2.000 refugiados sirios que se han reasentado en Arizona desde la guerra civil y entre los millones de personas obligadas a huir del país desde 2011.

Dalal recuerda haber ido a visitar a su padre en prisión. Ella dice que a la mayoría de las personas no se les permitía ver a sus seres queridos detenidos. Dalal vio lo que los guardias le hicieron a su padre. Ella no pudo hacer nada.

Rania evita los dolorosos detalles de la tortura del padre de Dalal. Pero Dalal está escuchando. Observa atentamente cómo sus palabras viajan desde un traductor hasta un periodista. Ella habla por sí misma, sin palabras. En una serie de gestos rápidos hacia su garganta y sien, Dalal indica que su padre fue estrangulado y golpeado mientras estaba encarcelado.

Ella dice que a su padre se le permitía salir una vez al día. Estaba en el patio de la prisión cuando cayó una bomba. No sobrevivió a sus heridas.

Dalal dice que le avisaron cuando murió su padre, pero el gobierno sirio nunca le dijo qué le pasó a su hermano después de su arresto. Ella supone que él también está muerto.

El marido de Dalal, el tercero de sus seres queridos desaparecidos, fue llevado a otra prisión, también conocida por torturar a los detenidos. Más de una década después, entre lágrimas, recuerda haber perdido a su compañero de vida.

Para sobrevivir, se hizo cargo del trabajo de su marido en la fábrica de cajas de cartón. Buscando un lugar seguro para vivir, se mudó con sus hijos a la fábrica. En el trabajo empezó a sufrir acoso sexual.

Sabía que necesitaba salir de Siria.

La lucha por la libertad continúa en el Líbano

Dalal trazó un plan: huir al Líbano para quedarse con su madre. Pero aún no se había confirmado la muerte de su marido, por lo que no podía llevar a sus hijos al otro lado de la frontera.

En cambio, se vio obligada a solicitar el divorcio antes de poder escapar. Esperó mes tras mes.

Cuando finalmente le concedieron el divorcio, abandonó su país de origen y cruzó la frontera hacia el Líbano, con sus hijos.

A sign welcomes migrants and refugees at the Casa Alitas Welcome Center on Tuesday, Feb. 13, 2024. Photo by Michael McKisson. Un cartel da la bienvenida a migrantes y refugiados en el Centro de Bienvenida Casa Alitas el martes 13 de febrero de 2024. Credit: Michael McKisson

Dalal vivió con su madre y otros familiares durante cuatro años. Trabajó como ama de llaves y pudo enviar a sus hijos a la escuela.

Pronto se dio cuenta de que el hogar de su familia no era seguro para sus hijos. Sus tíos no apoyaron la educación de la hija de Dalal.

Cuando se mudó sola, Dalal no ganaba suficiente dinero como ama de llaves para cubrir el alquiler completo, por lo que todos ayudaron, incluidos sus hijos pequeños, de 6 y 7 años.

“Mis dos hijos comenzaron a trabajar en empleos muy duros cuando eran niños, trabajando solo para poder pagar el alquiler. Ni siquiera para la comida, no podía costearla”, dice.

Aun así, no era suficiente. 

Se enteró de un programa de las Naciones Unidas que ayudaba a las personas a solicitar cupones de alimentos. Dalal se acercó. Años más tarde, ese vínculo de apoyo la ayudaría a reconocer a su familia como candidatos a refugiados.

En 2020, Dalal recibió una llamada de funcionarios de la ONU. Le preguntaron sobre mudarse a Estados Unidos. Pero Dalal tuvo que decirles que todavía no tenía la custodia legal de sus hijos.

Sabía que tenía que hacer lo que fuera necesario para encontrar a los familiares desplazados de su marido desaparecido. En medio de la mortal guerra, la familia de su esposo se había dispersado. Durante tres años, Dalal los buscó.

Finalmente, una publicación en las redes sociales la conectó con los seres queridos de su marido. Ella compartió su historia con ellos y comenzó el largo proceso para obtener la custodia de sus propios hijos.

En el Líbano, sus hijos habían reconstruido sus propias vidas. Su hija menor estaba en la escuela primaria. Dalal dice que educar a sus hijos, independientemente del género, es uno de sus valores más importantes. El tío de Dalal no estuvo de acuerdo.

“Durante ese tiempo decidí dejar que mi hija fuera a la escuela en contra de los deseos de mi familia, porque mi familia es muy estricta”, dice. “Las niñas no deberían estudiar. No debería ir a la escuela porque hay una mezcla de niños y niñas en la escuela. Por eso quieren que ella se quede en casa”.

Dalal dice que su tío estaba siguiendo a su hija y la esperaba fuera de la escuela, para castigarla por asistir a clases. Luchó para que su hija continuara la escuela. Esa lucha y los peligros que ella y su hija enfrentaron aceleraron su solicitud de refugio en los Estados Unidos ante la ONU.

“Dicen: ‘La semana que viene vamos a traer una camioneta, tú recoges tus cosas y vamos a venir y llevarte en la camioneta y llevarte al aeropuerto’. Te vas a Estados Unidos’”, dice Dalal, recordando mientras las lágrimas llenan sus ojos.

Dalal y sus cuatro hijos huyeron nuevamente.

Después del Líbano, volaron a Alemania y luego a Los Ángeles, antes de aterrizar en Tucson. En el avión conoció a un extraño que la ayudaría a comprender que no estaría sola en su nuevo hogar en el desierto.

A volunteer unpacks apples in preparation for lunch service at the Casa Alitas Welcome Center on Tuesday, Feb. 13, 2024. Photo by Michael McKisson. Un voluntario desempaqueta manzanas en preparación para el servicio de almuerzo en el Centro de Bienvenida de Casa Alitas el martes 13 de febrero de 2024.

Un nuevo hogar en Tucson

Los inmigrantes que llegan a Estados Unidos no sólo vienen de México, Centroamérica y Sudamérica. Dalal se encuentra entre los refugiados originarios de Siria.

En Casa Alitas, un refugio en Tucson, el director Diego López dijo que los refugiados, migrantes y personas que buscan asilo actualmente en el lugar provienen de todo el mundo, incluyendo mujeres, hombres y niños de aproximadamente 46 países desde el otoño pasado.

“Existe una vía para que tal vez vuelan a Italia u otro país del continente africano, luego vuelan a la Ciudad de México u otro aeropuerto internacional en México, o vuelan a Guatemala y luego viajen hacia adelante”, dijo López durante un recorrido por la instalación.

“Hay una gran cantidad de canales y demás que siguen cambiando mientras intentamos limitar o restringir ciertas poblaciones de moverse de un país a otro”, dijo.

La persona extraña que Dalal conoció en el avión hablaba árabe. Ella le compartió su historia y la de sus hijos. Su compañera de asiento le habló en su idioma nativo sobre la creciente comunidad siria en Tucson. La pusieron en contacto con personas que se han convertido en un sistema de apoyo.

Dalal llegó a Tucson con sus cuatro hijos cuando el calor de Arizona alcanzó las temperaturas máximas de julio.

Rania y otros voluntarios de su organización comunitaria sin fines de lucro ayudan a familias de refugiados como la de Dalal a navegar en su nuevo hogar y les ofrecen a alguien en quien apoyarse mientras se adaptan a vivir en los Estados Unidos.

“En algunos casos, como este, nos enteramos (de los nuevos refugiados) de boca en boca. Nos dirán: ‘bueno, vino una familia siria y ella es viuda’”, dice Rania.

Dalal recuerda Siria. Es donde vivía su familia antes de la guerra. Ahora, a miles de kilómetros de distancia, todavía piensa en aquellos que no lograron salir.

“Me alegro de haber venido aquí y estoy muy feliz, pero la gente allá no tiene derecho a vivir como seres humanos, sino a vivir vidas miserables. Muy miserables”, dice. “Me siento feliz aquí, pero también me siento muy triste porque todavía hay mucha gente sufriendo allá”.

La máxima prioridad de Dalal, ahora que está a salvo en Tucson, es la educación de sus hijos. Habla sobre los derechos educativos de su hija y sobre su hijo, cómo él tuvo que dejar la escuela para mantener a la familia cuando salieron de Siria.

“Le prometí que dondequiera que vayamos me aseguraré de que estudie”, dice.

Los cuatro hijos de Dalal están ahora en la escuela.

Traducido por Beatriz Limón

Creative Commons License

Republish our articles for free, online or in print.

Samantha Callicutt is a graduate student at the University of Arizona studying journalism, with a focus in broadcast and audio storytelling. Her passion is telling the stories of immigrants and refugees...